La evolución artística del siglo XIX supone, en muchos de sus aspectos, una magnífica muestra de las contradicciones políticas, sociales y económicas de su tiempo. En el marco de una realidad en constante cambio que se dirigía con decisión hacia el siglo XX, es decir, hacia la modernidad, el arte, y en especial la pintura, sostuvo una lucha evidente por la búsqueda de nuevas formas de expresión capaces de acomodarse a los nuevos tiempos y de romper definitivamente con un pasado que aún mantenía lazos con el arte medieval.
Existe un romanticismo popular, más como un sentimiento que como un sistema de pensamiento. Éste vino determinado por la invasión de España por las tropas napoleónicas. La Guerra de Independencia española fue la primera guerra romántica de la Historia, llevada a cabo por el pueblo, organizado espontáneamente en guerrillas para combatir al invasor extranjero.
El Romanticismo se opone al carácter encorsetado de la pintura académica, rompiendo con las reglas de composición. Su temática busca la evasión, los lugares lejanos y las épocas pasadas. Algunas causas como la guerra de la independencia griega gozan de un gran predicamento entre los románticos. Entre sus máximos exponentes se encuentran los franceses Géricault y Delacroix, los ingleses Constable y Turner, que anticipa el impresionismo, y el germano Friedrich.
creían que el arte debe sustentar emociones. El término romántico tiene diferentes interpretaciones: peyorativas o laudatorias. El término se acuñó a finales del siglo XVIII para definir una nueva actitud artística que quería poner de relieve lo local y lo individual frente al universalismo, y lo emotivo frente a lo racional. Se propugna la experiencia y romper con el arte mimético y las copias.
MUERTE DE SARDANÁPOLO, 1827. E. DELACROIX. Óleo sobre lienzo. La pintura romántica: características generales. La pintura romántica rechaza las convenciones neoclásicas y sus rígidas reglas; supone un momento de renovación técnica y estética de importantes consecuencias para el futuro: • Utiliza diferentes técnicas: el óleo, acuarelas, grabados y litografías. • La textura comienza a ser valorada en sí misma y aparecen las superficies rugosas junto con las formas más sutiles. Lapincelada es libre, viva y llena de expresividad. • Desaparece la línea frente al color. Se recupera la potencia sugestiva del color, liberándose las formas y los límites excesivamente definidos. Es el agente emocional de primer orden • La luz es importantísima y se cuidan sus gradaciones dando un carácter efectista y teatral. • Las composiciones tienden a ser dinámicas, marcadas por las líneas curvas y los gestos dramáticos. Algunos autores como Friedrich prefieren esquemas geométricos más reposados.
Sardanápalo es un rey legendario de Nínive en Asiria que habría vivido de 661 a. C. al 631 a. C. Sería una mitologización de Assurbanipal, un rey muy cultivado y poco belicoso. La otra posibilidad es que Sardanápalo fuera el hermano de Assurbanipal, siendo este último el encargado de gobernar Babilonia. Sardanápalo posteriormente conspiró contra Assurbanipal y, para castigarle, este rey sitía la ciudad (650 a. C.-648 a. C.). Cuando Sardanápalo intuye la derrota inminente, decide suicidarse con todas sus mujeres y sus caballos e incendiar su palacio y la ciudad, para evitar que el enemigo se apropiase de sus bienes.
La escena representada por Delacroix muestra el episodio dramático de la muerte del soberano, cuya capital es asediada sin alguna esperanza de libertad y que decide suicidarse
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Delacroix: Visitaba frecuentemente el Louvre, estudiando y copiando a los grandes pintores que admiraba: Rubens, Velázquez, Rembrandt, Paolo Veronese, y se debatió entre la tradición y el clasicismo y el deseo de hallar, tras las apariencias, la realidad. A sus 30 años logra provocar controversia en el público con el cuadro La muerte de Sardanápalo pintado en 1827 y expuesto en el Salón de París. La pintura es un buen ejemplo de lo que era importante para los románticos franceses: el superhombre desbocado en calidad de héroe, la combinación de erotismo y muerte, el decorado oriental, los grandes movimientos en lugar de una composición equilibrada y apacible, y el predominio del color sobre la línea. Delacroix la llamaría, "la Proeza asiática".
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